Entre los mayas, cuya vida estaba estrechamente vinculada a la naturaleza, las aves tuvieron un significado especial. Por eso se las encuentra dibujadas –bastante estilizadas- en vasos, platos, códices y hasta en urnas funerarias.
En el presente pervive parcialmente ese valor simbólico de las aves, sobre todo como adorno o decoración de los güipiles. Los que visten las mujeres de Santiago Atitlán están llenos de pajaritos. Los largos y azules güipiles del área ixil, en el norte de El Quiché, llevan aves y otros animales tejidos de vivos colores mediante rombos.
Las plumas de quetzal fueron privilegiados adornos de reyes y hasta deidades durante el período clásico (años 300-900). Por su alto valor se comerciaba con ellas en toda el área mesoamericana, desde Teotihuacán (México central) hasta el sur. Esta ave sigue teniendo un valor simbólico en el alma de los guatemaltecos y observarla viva es un anhelo desde la niñez. Por cierto, que una de las áreas de fácil y casi segura observación es en el área conocida como rey Tepepul, al sur de Santiago Atitlán.
Los colibrís también tuvieron un enorme valor dentro de la vida y la imaginación de los mayas. Se los asociaba tanto a la guerra como al amor. Lo primero debido a que son aves territoriales y un tanto agresivas. Lo segundo debido a su estilo de vuelo y alimentación, en constante búsqueda de plantas coloridas con pétalos que esconden sabrosa miel. Los pueblos del lago conservan una serie de mitos e historias relacionados con el colibrí: a veces es guardián del lago y a veces arreglador de parejas de enamorados.
Según la abundancia con que aparecen representadas en diversas piezas mayas, las aves tienen la siguiente orden: loros, pericos y guacamayas; colibrís, garzas, águilas, halcones; buitres, búhos, lechuzas y pavos.
QUIZÁ QUIERAS CONOCER NUESTRAS
|
Rutas y Tours |